Tal vez al leer el título de esta columna hayas dado el grito en el cielo o soltado alguna carcajada, pero tengo mis razones para afirmar (y reafirmar) lo escrito y te invito, si tienes tiempo y ganas, a leer lo siguiente y enterarte del por qué (y además, verás la relación que tiene todo esto con una identidad del paraguas de la diversidad que cada vez va cobrando más visibilidad).
Seamos conscientes o no, el sexo suele considerarse como una necesidad básica ya no digamos de las personas sino, en general, de todos los seres vivos. En parte, pienso que esa idea fue reforzada gracias a teorías como la pirámide de necesidades propuesta por el humanista Abraham Maslow (1943) en la cual, a grandes rasgos, trató de explicar qué motiva el comportamiento humano. Pues bien, sucede que el primer nivel de su pirámide (y, por ende, el más básico) incluye las llamadas “necesidades fisiológicas” que, según señalaba, son las mínimas que requiere cualquier ser vivo para subsistir en el medio y ahí se hallan, entre otras, respirar, comer (y beber, obviamente), dormir y, como ya te podrás imaginar, el sexo.
En su caso, la razón que tuvo para incluir a tan polémica palabra como una necesidad fisiológica básica es que resulta esencial para la supervivencia y propagación de la especie. Sin embargo, al día de hoy ya hay que matizar que una cosa es que el sexo resulte necesario para que nuestra especie humana continúe y otra muy distinta es que sin este no podamos vivir (como sí sucede con el dormir, comer o respirar).
¿Sabes a dónde pretendo llegar? ¿No? Pues vamos al punto. Hoy, 6 de abril, se conmemora el Día Internacional de la Asexualidad (DIA), término que se emplea para definir a aquellas personas a quienes el sexo no les interesa o atrae (o sí, pero bajo condiciones muy específicas); ah, y están perfectamente sanas.
No obstante, en la práctica la población asexual versa, por un lado, entre la discriminación, las burlas y el rechazo y, por otro, entre la invalidación y quienes la perciben incluso como una población enferma (por falta de líbido). Por desgracia, todo esto parte de estigmas y, como lo decía anteriormente, de ideas acerca de que el sexo es una necesidad primordial cuando no es así.
Pero, suponiendo que así fuera, ¿qué pasa entonces con la población asexual? Nada malo. Simplemente, reitero, son personas a quienes el sexo (entendiéndolo como coito, porque también hay que recordar que existen varias prácticas sexuales además de esta; ¿si sabías, no?) no les resulta importante y que, cuando están en una relación de pareja (porque vaya que sí hay asexuales con deseos de formalizar relaciones sentimentales), disfrutan más de otras actividades (o sea, con ellxs sí aplica eso de que su cita perfecta es que les inviten a ver Netflix y que en verdad vean Netflix); y no, no son más ni menos especiales que el resto de la población. Simplemente existen. Y su identidad es tan válida como otras. Y este es un día que han tomado para hacerse visibles y desmitificar tantos prejuicios que existen en torno a su asexualidad, ¡y vaya que hace falta dicha labor en esta sociedad tan hipersexualizada!... aunque considero que este último punto bien podría ser tema para otro momento.