El lenguaje es una expresión de nuestros pensamientos e incluso de nuestros ideales y de nuestros valores; pero sobre todo de las cosas que nos son importantes, razón por la cual la elección de cada palabra es fundamental para aumentar o alterar el sentido de lo que deseamos.
Comento todo esto para entender las implicaciones que tiene que las personas de la comunidad utilicemos la expresión “Queremos que nos acepten” cuando la realidad es que las personas, en general, tenemos derecho a aceptar o no cualquier cosa: si la vida es justa o injusta, si el gobierno es de cierta forma, si vivimos en una democracia, etc.
En este sentido, no es necesaria la “aceptación” de ninguna persona para que podamos hacer nuestro propio camino. El verdadero problema surge cuando la gente no respeta nuestra orientación sexual. ¿Por qué? Porque quiere imponernos formas de expresarnos, de comportarnos y, en el caso de nuestra sexualidad, cómo debemos expresarla.
Dejando incluso de lado las evidentes faltas de respeto, lo peor viene de la forma en que se refieren a nosotros. Por ejemplo, en la expresión: “Tengo una amiga muy agradable, aunque es lesbiana”. Pese a que podría parecer un halago, esta afirmación puede implicar dos cosas:
- Ser lesbiana significa tener un carácter desagradable.
- Se puede ser agradable a pesar de ser lesbiana.
Un caso similar ocurre con: “Tengo un amigo que es gay, pero ni parece”. Aquí, ser gay pareciera significar tener cierto rasgo que excluye, inmediatamente, parecer hombre o heterosexual; por lo tanto, se supone que esta persona está recibiendo un gran halago al “parecer” un hombre heterosexual.
Respetar es dejar de exponer en cada momento lo “equivocados” o “enfermos” que estamos por nuestra orientación sexual. “Te queremos sin importar cómo seas”... ¿"Sin importar"? ¿Como si fuera un asesino?
No he escuchado a nadie que lo hayan torturado porque no baja de peso o porque no cuida su diabetes. No he escuchado que corran a nadie de su empleo por teñir su cabello de rojo o porque le va al Atlas.
Elegir una pareja LGBT+ no es motivo para que las personas opinen sobre la vida de otro, de la misma manera que no se opina sobre las relaciones heterosexuales. Por tanto, es casi ilógico pensar que necesito que alguien me acepte para que yo pueda ser feliz viviendo mi vida.
Las personas de la comunidad no necesitamos ser aceptadas al 100 por ciento (existen muchas personas de la comunidad que se alejan de sus familias al no encontrar aceptación y, aunque les duele, saben que el negar esa parte de sí mismxs es aún más insoportable); sino que necesitamos que se respeten nuestras elecciones, no sentir miedo por haber expresado de manera abierta nuestro amor por alguien, tener una vida plena, que se nos respete por ser honestxs con nuestras emociones y sentimientos, con nuestros anhelos.
Es mentira que ser una persona LGBT+ me da un plus para ser un violador en potencia. Esa es una cuestión de carácter, porque hay miles de casos de abusos, tanto de hombres como de mujeres heterosexuales, y en esos casos ni siquiera se menciona su sexualidad porque no es relevante.
Ser una persona histriónica tampoco tiene que ver con las personas de la comunidad. Por ejemplo, los hombres heterosexuales histriónicos se expresan hablando de sus conquistas y logros, con risas fuertes y poses de macho; e incluso las mujeres heterosexuales pueden ser mal habladas o no gustar de detalles cursis, porque eso no tiene que ver con quien quieren compartir sus vidas, sino con el entorno en el que fueron educados, los valores que les inculcaron o las prioridades que tienen en sus vidas.
Dejemos de juzgar a las personas, más allá si son del colectivo o no: aprendamos a conocer a las personas y sobre todo, a respetar sus elecciones de vida.