¿Alguna vez les pasó que de pequeños vieron algo muy sorprendente o extraño y cuando fueron a contarle a sus padres ellos simplemente no les creyeron?... Bueno, hablemos de esto, pero en versión adulta.
La letra B de las siglas LGBTQ+, hace referencia a los individuos que definen su orientación sexual como la atracción romántica o sexual hacia personas de cualquier sexo o identidad de género, pero en castellano no deconstruido se define como un lapso de terrible confusión o peor, un pretexto más para experimentar y probar el libertinaje…
Sé que esto no es historia nueva, pero tampoco es ajeno a nuestros días. Las personas bisexuales, igual que todas las del colectivo LGBTQ+, han tenido luchas colectivas y otras más particulares. Una de ellas ha sido la poca visibilización y aceptación de su colectivo ya que, además de los prejuicios antes mencionados, existe también el fenómeno de no entender lo que significa ser bisexual, pues basado en varias anécdotas de personas bi saliendo del closet, (sobre todo con sus familias), muestran que a las féminas se les encasilla como lesbianas y a los varones como gays, nunca como bisexuales.
La negación, falta de aceptación o nulo conocimiento sobre el tema han llevado a este colectivo por un verdadero y tortuoso camino. He escuchado de boca de alguien muy cercano, que pasó por estas y más situaciones, decir que no era nada, que no pertenecía a ningún lado o que seguramente sí había algo mal dentro suyo.
Todo este dolor emana a causa del rechazo y la discriminación de la propia familia, de personas que juzgan y lastiman sin conocer. Aquí sólo me gustaría dejar un particular punto de vista:
Cuando dejemos de relacionar a la sotana con la santidad, o al traje con la integridad, entonces comenzaremos a ver a las personas que están debajo de esos disfraces, su esencia, su alma y no sólo los prejuicios que la sociedad nos ha vendido y que nos hemos tragado sin siquiera cuestionarlos.