Siendo hoy el último día del mes que es considerado del “orgullo” para la comunidad LGBT+, me gustaría señalar ese otro aspecto del que casi no se habla, pero por el cual considero que muchos del colectivo han seguido la lucha hasta estos días y que tiene que ver con el hecho de no solo sentirnos orgullosos, sino también ser reconocidos a nivel social. No hablo de tener espacios especiales o exclusivos (porque eso sería lo mismo que reafirmar que somos distintos), sino de ser reconocidos por la sociedad a un nivel donde las leyes también sean válidas para nosotros, como en el matrimonio y la familia.
Si bien ya no hay tanto acoso por parte de las personas cuando ven una pareja LGBT+ por la calle, vivir como una familia todavía no es una realidad tan viable para las personas del colectivo. Considero que, como siempre, esto es más una cuestión de prejuicios que una situación real, ¿a qué me refiero? Regularmente cuando una pareja homosexual tiene intenciones de adoptar o tener hijos por cualquier otro método una de las observaciones que más sale a luz tiene que ver con que “le va a hacer falta su papá/mamá” ya que se cree que para que un niño se sienta protegido y complementado requiere del modelo heteronormativo de padre y madre.
Eso me hace recordar un par de series de los años 90. Una de ellas es Full House (traducida para nosotros como Tres por tres), serie donde un padre con tres hijas enviuda y son su cuñado y un amigo quienes terminan ayudándole a la crianza de las tres niñas. Por supuesto que hay situaciones a considerar como el hecho de que las niñas sabían que ellas habían tenido una madre; sin embargo, como dice un dicho por ahí: “Padre no es el que engendra sino el que cría”. Al final de todo, ellas pudieron salir adelante porque contaban con el apoyo de estos tres adultos, y no porque alguno de ellos adoptara el rol de “la madre”, sino por el tipo de apoyo y comprensión que encontraron en cada uno de ellos, distinto el uno del otro.
Otra serie de la misma década fue Sabrina la bruja adolescente, quien tiene que ir a vivir con sus dos tías y atravesar con ellas esa etapa tan difícil que es, tal como dice el nombre de la serie, la adolescencia. En este caso, ninguna de las tías toma el papel de “papá” para ponerle límites y darle seguridad afectiva, pues es la combinación de la personalidad de ambas mujeres lo que hace que ella vaya por el buen camino.
Por supuesto, soy consciente de que ambas son series televisivas y que no pueden ser consideradas como estudios científicos, pero el punto que intento remarcar es cómo ambas fueron aceptadas en su momento porque no eran parejas homosexuales quienes se dedicaron a la crianza sino personas del mismo sexo en determinados contextos. Sin embargo, para casos reales también existen muchos, documentados e incluso hablados por los mismos hijos que han vivido dentro de esos contextos; pero, ante los prejuicios existentes, son pocos los que se dan la oportunidad de saber más al respecto.
Habrá que soltar poco a poco el ideal de que la familia solo se compone de papá y mamá ya que, siendo realistas, desde hace años este ha sido solo un ideal: las familias, sobre todo en México, han incluido a los abuelos, tíos o a veces hasta a los vecinos o padrinos, por circunstancias personales (abandonos, muerte, entre otros) o incluso económicas (padres que se van a trabajar al norte, madres trabajando en la maquila, entre otros).
Reconocer y apoyar a parejas homosexuales que desean, como cualquier otra pareja, formar una familia y dar un hogar a niños es parte de la lucha y esperemos que, en un futuro no muy lejano, se vuelva una realidad en nuestra sociedad.