Tú que tanto hablas de tolerancia respeta mis ideas porque… ¡todas las opiniones son válidas!
Seguro más de una vez nos hemos topado con alguna persona que utiliza ese discurso como argumento para defender un comentario cargado de violencia, algún discurso de odio, o simplemente para respaldar algo totalmente ilógico y sin sentido.
En el proceso de deconstrucción que llevo, he escuchado esas palabras una y otra vez. Casualmente esto ocurre casi siempre cuando estamos debatiendo sobre situaciones de abusos a minorías o condiciones que desfavorecen a ciertas comunidades o colectivos. Siendo sincera, no voy a decir que eso me sorprende: Intentar enmascarar su intolerancia acusándote de intolerante, es todo un clásico.
Cuando se quiere rebatir su absurdo, es difícil, porque el concepto en sí no es algo tan simple, y lo corroboré cuando descubrí que existía “La paradoja de la tolerancia”. Esta fue planteada por Karl Popper, un filósofo de la ciencia y sociedad muy influyente en el siglo XX.
La paradoja de la tolerancia sostiene que, para mantener una sociedad abierta y tolerante, debemos ser intolerantes con la intolerancia. Popper argumenta que, si somos completamente tolerantes con aquellos que promueven ideas intolerantes como el odio, la discriminación o la violencia contra otros grupos, esos intolerantes podrían aprovechar esa libertad para silenciar o suprimir las voces de quienes defienden la tolerancia y la diversidad.
En ese momento, todo cobró sentido en mi cabeza. Siempre he creído que el concepto de tolerar está muy torcido, pues creemos que es sinónimo de aguantar o soportar, lo cual no es así. La tolerancia es una herramienta social que funciona para mejorar la convivencia entre grupos diversos.
Sin embargo, actualmente el uso y acceso masivo a las redes sociales facilita que cualquier persona exprese su opinión de manera indiscriminada. Ante dicha facilidad, las personas se han escudado tras “la libertad de expresión” y “la tolerancia” para justificar sus faltas de respeto, discriminaciones y discursos de odio, diciendo que TODAS LAS OPINIONES SON VÁLIDAS. Hoy vengo a decirles que eso es mentira:
Todas las personas son válidas. Las opiniones, por el contrario, son ideas, y las ideas pueden estar equivocadas, no nos confundamos. Es hora de hacernos responsables de nuestras palabras, de nuestros actos y dejar de ocultarnos tras la premisa de un concepto equivocado.