En el país italiano evocan hoy el centenario de uno de sus artistas más reconocidos en todo el mundo: Franco Zeffirelli, enamorado del arte como un maestro renacentista, aclamado director, autor de las óperas más grandiosas y polémico e idolatrado hasta su muerte en 2019. El país ha organizado un sinfín de iniciativas empezando por su ciudad natal, Florencia, que ha bautizado con su nombre al mirador de la plaza de Michelangelo, que ofrece la mejor panorámica de la ciudad, con una ceremonia por todo lo alto y desfile aéreo incluido.
Todo para celebrar a uno de los artistas más representativos del siglo XX italiano, incluso más venerado en el extranjero, siempre enamorado de la belleza y de la perfección. Nació el 12 de febrero de 1923 en Florencia, capital del arte por excelencia, de una relación fuera del matrimonio. Su nombre en sí era ya una premonición pues su madre, que adoraba a Mozart, ante la falta de apellido paterno, quiso llamarle como los personajes de Idomeneo, Zeffiretti, pero el funcionario se equivocó y anotó "Zeffirelli". Poco después, aún niño, padeció la muerte de su madre, criándose entre mujeres.
De su niñera aprendió inglés y obtuvo la pasión por Shakespeare, que inspiraría gran parte de su producción. Tras una infancia difícil y una juventud marcada por la II Guerra Mundial, estudió en la Academia de Bellas Artes florentina y debutó en el cine con "La terra trema" (1947) de Luchino Visconti, su gran amor, tal y como confesaría. Su carrera se debatiría siempre entre el cine, el teatro y la ópera, alzándose como emblema de las producciones más barrocas, fastuosas y megalómanas del momento, que le hicieron desfilar por los teatros más importantes del planeta.
Para la posteridad dejó películas como "The taming of the shrew" (La fierecilla domana, 1967), con Elizabeth Taylor y Ricard Burton, "Un tè con Mussolini" (1999), sobre su infancia; o "Romeo y Julieta" (1968) (sus protagonistas, Leonard Whiting y Olivia Hussey, entonces menores, han denunciado este año a la productora Paramount por haber permitido que se les grabara desnudos). Su última película conjugaba también perfectamente cine y lírica, demostrando una vez más su amor por esas artes: "Callas Forever" (2002), sobre los últimos años de su amiga, "La Divina".
En su palmarés recopiló premios de todo el mundo aunque al final se le escapó un Óscar que rozó en dos ocasiones, como candidato por "Romeo y Julieta" y por una aplaudida adaptación de "La Traviata" (1983). Sus obras le valieron la condecoración de Gran Oficial de la Orden del Mérito de la República italiana así como el título de "sir" británico impuesto por la reina Isabel II en 2004. Zeffirelli profesaba abiertamente el catolicismo al tiempo que se declaraba homosexual con dos hijos adoptivos Pippo y Luciano, y no ahorraba críticas hacia el "colectivo" o la colectivización de una sexualidad: "Soy homosexual, no gay", solía decir.
Tampoco escondió nunca su ideología política. Antifascista, régimen que conoció en su infancia, y feroz anticomunista, se alzó como un defensor de la doctrina liberal y en los Noventa se sumó al partido de su amigo Silvio Berlusconi, siendo siete años senador. El artista que hoy Italia sigue recordando murió en la madrugada del 15 de junio de 2019 con 96 años en su extraordinaria villa de la Apia Antica de Roma, comprada después por Berlusconi. EFE