Guadalajara es una de las ciudades de México con mayor diversidad sexual, y que se enorgullece de serlo. Pero esa diversidad implica abrazar que no todo son desfiles, colores y banderas, y reconocer que hay problemas sistemáticos y urgentes que deben ser atendidos.
Hace unos días, medios de comunicación locales compartieron la noticia alarmante de que se ha registrado un aumento considerable de la tasa de suicidios en miembros de la comunidad LGBT+. Es un fenómeno en el que se debe mantener la atención. Por un lado, el Gobierno de Jalisco ha adoptado una medida reciente de inclusión en su Dirección de Diversidad Sexual, mecanismo que pretende capacitar a las instituciones gubernamentales en perspectiva de género, y en las reformas de inclusión que ya permiten legalmente los matrimonios homosexuales, el castigo a las terapias de conversión, y la expedición de actas de nacimiento para personas de género no binario.
Cultural e históricamente, Guadalajara se asocia como una ciudad LGBT+. No obstante, el hecho de que los suicidios estén incrementando en la entidad es un indicador decisivo de que las estadísticas felices compartidas por el gobierno no concuerdan con la realidad de la vida cotidiana, y con las dificultades a las que se enfrentan a diario las personas LGBT+.
Los datos más recientes del INEGI, en su encuesta de diversidad y género, indican que hay más de cinco millones de personas que forman parte de la comunidad LGBT+ en México. De estas, 1.4 millones consideraron el suicidio en algún momento de sus vidas, por cuestiones específicas relacionadas con su orientación sexual y su género: el acoso, la ignorancia, el descrédito de la familia, el bullying. En Jalisco, la tasa de suicidio en la comunidad se encuentra por encima de la media nacional. En 2020, la tasa era de 6.2 casos por cada 6 mil habitantes, mientras que en 2021 incrementó a 7.2 casos por cada 6 mil.
Buscar o pedir ayuda psicológica no es un paso sencillo para las personas LGBT+ en un país donde, de antemano, la salud mental es una cuestión atravesada por la ignorancia. La búsqueda de esta implica adentrarse, sin esperarlo, en situaciones de vulnerabilidad. El hecho mismo de que sigan existiendo terapias de conversión deja en claro en que buena parte de la población reafirme la idea de que los espectros distintos de la sexualidad "se puedan curar". El hecho de que el Papa Francisco haya declarado hace unas semanas que la homosexualidad no es delito, pero sí un pecado, justifica y consolida los prejuicios atávicos de los conservadores, de los defensores de las familias tradicionales, de los asiduos tenaces de la iglesia, y de sectores políticos poderosos.
Guadalajara es LGBT+, sí, pero también es desde siempre una de las ciudades más conservadoras del país, y el conservadurismo, en sus variantes más agrias, no es más que uno de los recursos del odio. Muchas veces, quienes brindan asistencia psicológica pertenecen a esa población conservadora que en el momento de la terapia pasan su ciencia por alto. Existen infinitas historias de espanto al respeto: adolescentes gay que titubean por salir del clóset y son juzgados y criticados por psicólogos, lesbianas que sufren acoso sexual y preguntas inadecuadas, personas trans que tienen que explicar su proceso de conversión por mera ignorancia y descrédito del terapeuta, cuando en primer lugar esa ni siquiera es la razón por la que decidieron buscar ayuda.
Pueden proclamarse discursos, posar para fotografías e invertir millones en campañas públicas en las que se afirme que Jalisco es diverso e inclusivo y que Guadalajara es LGBT+, pero mientras los suicidios sigan incrementando todas estas iniciativas serán promesas vacías. Es necesario partir del principio de que no es fácil buscar ayuda, que da miedo buscar ayuda, y que no resulta alentadora la posibilidad de buscarla con alguien que en vez de asistir terminará juzgándote.
El incremento de suicidios en miembros de la comunidad tendría que abrir un debate imprescindible para adoptar medidas públicas que garanticen espacios seguros para la comunidad LGBT, y que no se queden en meros discursos solemnes y campañas políticas con fines electorales. La gente está padeciendo la soledad, la gente teme pedir ayuda, y es necesario hacer algo.